Santísimo Cristo Yacente

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En el año 2009, la Pontificia y Real Cofradía del Santísimo Cristo Yacente y Siervos de Nuestra Señora de la Soledad, celebró el cincuenta aniversario de la bendición de su Sagrado Titular, el Stmo. Cristo Yacente.

Esta soberbia obra, realizada en 1959 por el escultor Constantino Unghetti, muestra a Cristo muerto, bajado de la cruz, sobre la piedra de las unciones del sepulcro, antes de ser depositado en el mismo durante tres días.

Realizada en pino de Flandes, fue policromada en principio por Francisco Cerezo y en 1961 por Juan Abascal, encarnación que ha mantenido hasta su restauración en 2005 por Francisco Romero Zafra. Mide 1,83 metros, al igual que la imagen de la Sábana Santa. Su majestuosidad se realza por su severo trono de caoba y bronce, realizado por Antonio Canales, siendo el primero al que se le adoptaron ruedas en 1961, y pasado a hombros a finales de la década de los 90. Este año 2010, será llevado a costal.

Cristo Yacente llena la tarde negra del Viernes Santo, y viene a la memoria aquella frase evangélica: “Nadie tiene amor más grande que aquél que da la vida por un amigo”. Las espinas han desparecido de su frente divina, los calvos ya no atraviesan sus santas manos y santos pies, y la lanza ya ha rasgado su costado, pero aún están presentes en esas terribles llagas y en esa cabeza lacerada. El clavel rojo con que desde el año pasado se ha vuelto adornar el trono, recuerda no solo el color litúrgico del Viernes Santo, es decir el luto pontificio, sino la sangre que aún mana de sus heridas y tiñe de rojo la blanca mortaja que en breve lo va a envolver.

En palabras de su escultor, esta Sagrada Imagen, “representa el momento de soledad que sufre Cristo en el que no tuvo una mano piadosa que terminara de cerrar sus ojos para que dulcificara su expresión de dolor”.

Esos ojos entornados, las pupilas sin vida, la boca entreabierta, las manos una sobre el pecho y la otra cayendo sobre la mortaja, las piernas curvadas por lo forzado de la crucifixión, llenan de congoja el alma de aquellos que somos Siervos de su Madre de la Soledad. Cristo ha muerto, y desde San Ildefonso, lo mostramos Yacente al pueblo cofrade de Jaén, sabiendo que este Santo Entierro es solo un paso para la resurrección gloriosa del Domingo de Pascua.

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Corazón sin vida te dejaron;

Rigor de muerte en tu lecho.
Injurias contra ti lanzaron.
Sangre derramó tu pecho.
Ternura, dolor y quebranto.
Ojos de amor, de paz y llanto.
Yace inerte tu cuerpo marmórero;
Aliento contenido en tu pecho herido;
Cientos de espinas mutilan tu frente
En losa fría descansas Yacente.
Nácar en tus ojos, dolor latente.
Tinieblas a la hora de tu muerte.
En losa fría descansas Yacente. (del Pregón Extraordinario de Don Ángel Fuentes Lesmes)

Así es, mi Señor Yacente. Hoy muerto y sepultado, pero al tercer día gloriosamente Resucitado.
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